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AMO ESTUDIAR

La verdad es que ni de niña, ni menos de adolescente me caractericé por ser estudiosa, me iba bien en el colegio, porque con poner atención en clases me era suficiente. En ese tiempo jamás me imaginé haciendo mía esta frase: “Amo Estudiar”.

Desde kínder hasta cuarto medio, es decir desde los 5 a los 17 años, estudié en un colegio de monjas, de puras mujeres, era un colegio técnico profesional, por lo que a los 13 años tuve que optar por 1era vez, qué estudiar, sin tener la menor idea. Las opciones eran contabilidad, secretariado, párvulo y alimentación.

Me fui por la 1era, más que por gusto personal o por tener alguna habilidad especial por las matemáticas, todo lo contrario, aún no se me dan los números, porque mi papá había estudiado contabilidad y mi tío la estrella de la familia era contador auditor.

Estudiar mi primera carrera fue fácil tenía 13 años e iba al colegio principalmente a jugar y a compartir con mis amigas. Nunca en esos años tomé consciencia de que estaba forjando de una u otra manera mi futuro de adulta. Cuando terminé el colegio llegó la hora de hacer la práctica profesional, que también fue un poco en juego, la realicé en la empresa donde mi tío era gerente y conocía a muchas personas, me sentí cuidada y querida, pero el trabajo no me gustó. Siempre he sido muy inquieta y el estar sentada de 9 a 6, con una hora de colación entremedio, se hacía demasiado largo y aburrido.

Acá en Chile para entrar a las universidades tradicionales se rinde una especie de examen de admisión, en esos años se llamaba PAA, prueba de aptitud académica. Mi colegio a diferencia de la mayoría por ser un colegio técnico, no preparaba específicamente para obtener un alto puntaje en esta prueba, aún así no me fue tan mal, pero no tenía la menor idea de qué estudiar. Claramente con el poco tiempo que había estado trabajando en oficina, estudiar algo relacionado a la contabilidad quedaba totalmente eliminado, no era para mí, demasiado monótono y quieto.

Cuando en el diario se publicaron los resultados de la PAA, llegó muchísima publicidad de universidades privadas y una de ellas llamó poderosamente mi atención. La UNIACC, la Universidad de las Comunicaciones, para mi sonaba genial y más una carrera Teatro y Comunicación Escénica, que significaba estudiar actuación para teatro, cine o televisión. Aluciné con la idea y aunque muchos en mi familia opinaron que era una mala idea, mis papás me apoyaron.

Si hay momentos de felicidad permanente que recuerdo, fueron mis estudios universitarios, me la pasaba espectacular, aunque a nivel personal las cosas en casa no estaban bien, en el mismo momento que entré a la universidad, mis papás se separaron.

Cuando iba a entrar a mi 3er año de carrera, mi enfermedad a los riñones empeoró y empezó a requerir tratamiento de diálisis, lo que alguna vez había sonado en mis oídos como salud incompatible con la carrera, se había vuelto realidad.

Así que opté por cambiarme a Comunicación Audiovisual, tenía que asumir que para estar delante de la cámara debía estar sana y no lo estaba, pero que de una u otra forma podría estar desde atrás. En ese tiempo mi universidad tenía 3 especialidades para esta carrera, televisión, cine y guiones, esta última, con lo que siempre me había gustado escribir, la elegí porque claramente era algo que sí sería compatible con mi tratamiento de diálisis y con que mi cuerpo no tuviera las fuerzas suficientes para hacer nada, la cabeza sí me funcionaba bien. Pero mi segunda carrera universitaria la tuve que dejar también, después de un año mi papá quedó sin trabajo y no pudo seguir haciéndose cargo de mis estudios. Esta vez con más pena que la primera dejé de estudiar, tenía 20 años.

Fue ahí cuando comencé a trabajar vendiendo seguros y cómo en verdad nunca me gustó, siempre que pude volví a estudiar, actuación frente a cámara, expresión audiovisual y guiones, hasta que asumí que ese mundo ya no era para mi y que el dolor que me producía el intentar aferrarme a él me estaba haciendo daño.

Así que intenté dirigir mis ganas de estudiar hacia lo que era ya mi primer emprendimiento, estudié administración de empresas de seguros, ahorro previsional, marketing y luego marketing digital, este último me encantó y siempre me dije que volvería a estudiar, acá en Chile tener un título universitario esta sobrevalorado y yo en ese tiempo no quería ser menos, pero nunca volví a la universidad. Aunque mi trabajo seguía dejando un vacío, una insatisfacción muy grande y luego de trasplantarme mi salud cambió en forma tan radical, que luego de unos años en vez de estudiar una carrera de 4 años que se me hacía eterna, opté por la maternidad.

Ser mamá me cambió la vida y lo agradezco profundamente, un día mi hija me dijo que ella era la llave que habría el tesoro que había en mi corazón, la frase me marcó porque de una u otra manera así yo la sentía. Ella llegó a mi mundo a cambiarlo todo a sacar de la oscuridad a la Fabi y me llevó a la luz y a compartir esa luz con la mayor cantidad de personas.

Fue gracias a mi hija que quise ser mejor, que volví a estudiar, que volví a mí, a quererme, a preocuparme de mí y fue como eso me llevó a conocer la Asesoría de Imagen. Siempre me ha gustado verme bonita, pero ser mamá, emprendedora, dueña de casa, esposa e hija era mucho, para además preocuparme de mi imagen, pero en la red pasan cosas mágicas, llegué a una web llamada creandotuestilo.com de Marisol Gómez, me encantó el contenido y me decidí siendo recién mamá, a regalarme ese tiempo de formación para mí. Me gustó tanto que luego busqué donde poder hacer otro curso presencial y de ahí no he parado.

Ese fue el puntapié inicial del gran cambio laboral que he realizado en mi vida. Dos años después comenzaba a formarme como Asesora de Imagen con Marisol Gómez, la misma con la que todo partió.

No sé si a ti te pasa, pero yo me he pillado más de una vez buscando excusas para no comenzar una tarea que me complica, da miedo o me genera cierto rechazo, aunque sé que es indispensable para avanzar hacia donde quiero. Sentía que, para poder lanzarme como Asesora de Imagen, sin experiencia además, debía aprender más de marketing digital, porque eso era el futuro.

Separada, sola a cargo de mi hija, con un emprendimiento que no me gustaba, pero del que dependía económicamente y más encima endeudada, se me metió entre ceja y ceja formarme con Marta García, una chica Española que seguía en las redes sociales y que ofrecía un master llamado Lanza tu Negocio, según yo era lo que necesitaba porque no sabía cómo, ni por dónde iniciar mi camino como emprendedora digital.

A pesar de todas las deudas que tenía, me endeudé y sin contarle a nadie pedí un préstamo en el banco para pagar el máster que duraba más o menos 3 meses, yo estaría pagando 6. Rescato de lo aprendido por sobre todas las cosas que trabajar la mentalidad es lo fundamental, gracias a eso y a las sincronías de la vida, logré no sólo pagar el préstamo, si no que salir de todas mis deudas al año siguiente.

Ahora sabía muchísimas cosas, pero llevarlas a la práctica no era lo mismo que aprenderlas, igual me sentía confundida, con ganas de hacer muchas cosas y con el tiempo cada vez más limitado. Sabía que para poder lanzar mi emprendimiento como Asesora de Imagen tenía que hacer las cosas de manera distinta, porque todos los intentos realizados hasta el momento no me habían permitido avanzar de forma sostenida. Lu mi asistente virtualde la que nunca me canso de hablar, fue clave para mí, porque me ayudó a ordenarme y pude delegar en ella cosas en donde yo no era imprescindible.

Así que decidí formarme nuevamente esta vez con otra española, Ana Jiménez. Supongo que como toda emprendedora digital, estoy suscrita a cuanta lista de correos he encontrado interesante y me han invitado a participar en un evento gratuito.

El mentoring week de Ana no era gratuito, valía 10 Euros y eso para mi marcó la diferencia, aprendí muchísimo en la semana que compartí junto a ellas y me sentí lo suficientemente motivada para aceptar su propuesta de participar en la versión beta de su nuevo programa Imperio Digital.

Siendo sumamente honesta Ana no era la única opción que estaba evaluando para volver a formarme, pero su promesa de enseñarme a construir un Imperio Digital, hizo que decidiera por ella. Ahora no sé si quiero tener un imperio, pero si sé que quiero llegar a muchísimas mujeres, porque sé que soy buena en lo que hago y me siento con el deber de compartir todo lo que he ido aprendiendo en estos años de formación y trabajo. Con Ana aprendí a crear bases realmente sólidas para mi negocio, con ella me formé en Marca Personal.

A pesar de la pandemia, de haber terminado recién la formación con Ana el año pasado decidí embarcarme en otra formación de alto valor, esta vez la fórmula de lanzamiento al mercado hispano, que tiene como líder a Luis Carlos Flores. Esta es una de las muchas formaciones que no he terminado, porque requería de muchísimo tiempo que yo no tenía para dedicarle.

Amo estudiar, pero también soy consciente que detrás de esas ganas de aprender, también hay muchísima inseguridad y miedo, a no sentirme lo suficientemente buena, a no sentirme lo suficientemente preparada, a creer que mientras más estudio o mientras más gasto en formación mejor me va a ir, pero la verdad es que mientras no me atreví a lanzarme de verdad y salir a vender nada pasó.

Creo que con todos los cursos relacionados a mi profesión y a negocios digitales que he realizado en los últimos 4 años, tengo mucho más que una carrera universitaria, pero por mucho tiempo fui igual que esos universitarios que luego de la carrera, hacen un postgrado, luego un máster o magister por no atreverse a salir al mercado laboral.

Yo con muchísimo temor me atreví y salí, la fórmula secreta no existe. Los estudios son importantísimos siempre y cuando te ayuden a avanzar, a crecer, a evolucionar y sobre todo a lanzarte tras tus sueños.

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